En esta fiesta la Iglesia celebra la anunciación del Ángel a María y la Encarnación del Verbo de Dios. Esta fiesta tiene lugar simbólicamente 9 meses antes de la celebración de la Navidad.
Es el ángel Gabriel quien anuncia a María que Dios la ha escogido para llevar a cabo su plan de salvación.
Este relato se encuentro en el Evangelio de San Lucas capítulo 1, versículos 26-38. Por obra del Espíritu Santo, María concibió al Hijo eterno del Padre en su seno, sin concurso de varón. La Iglesia siempre ha creído y cree que la Virgen María es la "Siempre Virgen", fue Virgen antes del parto, en el parto y después del parto.
María acepta el designio de Dios, pronuncia su Fiat, su sí, que es un reflejo del "Sí" que pronuncia Cristo cuando entró en el mundo como recoge la carta a los Hebreos interpretando el Salmo 39: "He aquí que vengo, a hacer, o Dios, tu voluntad" (Hb 10, 7). El encuentro de estos dos "síes" hace que Dios pudo asumir un rostro de hombre.
La fiesta de la anunciación es también entonces una fiesta Cristológica porque celebra un misterio central de Cristo: su Encarnación. Dios quiere que en su Iglesia se sigue pronunciando la palabra "fíat" en los labios de cada bautizado. Eso es, que cada miembro de la Iglesia se abre y acoge la voluntad de Dios en sus vida cooperando así en su plan de salvación. Eso lo aprendemos mirando a María quien no dudó las palabras y promesas de Dios, al contrario, fue fiel hasta la Cruz donde de nuevo pronunció su fíat, "Con su obediencia plena a la voluntad de Dios, María está dispuesta a vivir todo lo que el amor divino tiene previsto para su vida, hasta la "espada" que atravesará su alma" (Juan Pablo II, audiencia general, miércoles 4 de septiembre de 1996).